Sin sonrisa

Bueno, pues ya estoy otra vez aqui. Se acabó lo bueno. Y lo malo es que no sé hasta cuando (lo siento, pero soy bastante dramática a mi pesar...). Un mal presentimiento me acompañaba desde que pisé suelo al bajar del autobús, y evidentemente se cumplió. La verdad que me lo esperaba peor, pero me pilla ya tan cansada que no puedo casi ni reaccionar. Y es que hablar con los padres es como hablar con la pared... o peor. Porque la pared, al fin y al cabo, no molesta ni te repite infinitas veces lo mismo. Que sí, que ya lo sé, que seguramente esté equivocada. Pero tengo que probar ¿no? Ya me han avisado, ya me han aconsejado y hasta sermoneado mil veces. Y otras tantas me lo he replanteado y vuelto a pensar. Pero así... ¿hasta cuando? ¿hasta que cambie de opinión y decida lo que ellos creen que es lo correcto? Y yo me pregunto: ¿dónde queda entonces mi capacidad de elección?

Soy joven, y por ello inexperta. Pero ésa es solo una cara de la moneda. La otra es que tengo la capacidad casi infinita de reponerme de los golpes que me pueda llevar en un principio, y una eternidad por delante para repararlos (no creo que el futuro de una persona dependa de una sola decisión tomada en un día en concreto). Y por supuesto, no tengo ninguna responsabilidad que me ate ni me obligue a tomar siempre el camino más seguro. Si a mi edad (que aún no he hecho nada, no soy nada y estoy al principio de todo) no arriesgo tomando el camino que creo que debo seguir (aunque no sea el más cómodo ni el más "conveniente") ¿con qué valor me miraré al espejo el día de mañana?

Pero claro, es difícil de aceptar para los padres. Sobre todo cuando no te conocen de nada, nunca has hablado nada con ellos, y su manera de dar consejos (que solo se han puesto de moda últimamente, la verdad) es repetírtelo todo hasta la saciedad (supongo que hasta que haga caso).

Evidentemente, lo único que consiguen con eso es agobiar... y que huya en cuanto puedo. Muchas veces a escondidas. La mayoría. A ese refugio que tengo en Madrid, que siempre ha sido mi casa, y que tiene nombre propio desde hace tanto tiempo.

Sé que huir no es la solución. ¿Pero qué se puede hacer ante personas que no quieren o no pueden entender, y que no escuchan lo poco que se les dice? Alguien dijo una vez que A buen entendedor, pocas palabras bastan. Una vez más, la sabiduría popular no se equivoca... Pero yo ya no sé cómo explicarme ni cómo hacerme entender. Tampoco encuentro el modo de pasar de todo, y de todos (porque total, para no encontrar una solución que les haga felices, pues tiro con la mía, que por lo menos me sirve a mí) Soy tan boba que ni para eso sirvo...

Así que aqui me teneis, otra noche sin sonrisa. Mañana será otro día.